Periodistas Unidos. Ciudad de México. 15 de enero de 2022.- No podíamos dejar pasar este día sin recordar al inmortal compositor del pueblo, al hombre que supo narrar las vivencias cotidianas de un “México de ayer”, o un “Sábado Distrito Federal”, incluso un clásico: “Voy en el metro, que grandote, rapídote y segúrote”, sin faltar “La casa de Lupe”, o el “Bautizo de Cheto”, en fin, tantas y tantas canciones que nos mostraban imágenes cotidianas del México que Salvador Flores Rivera, mejor conocido como: “Chava Flores”, veía de otra manera.
Un hombre del pueblo y para el pueblo, que supo hablar del paisaje urbano, aunque también, de amor a la “Ingrata Perjida”, el hombre que se conformaba con el “retrato de Manuela” y que el día de hoy, cumpliría 102 años de existencia.
Un compositor inigualable que supo hablarnos de nuestras raíces, que supo ver lo que para muchos era parte del paisaje, que supo entender la forma de pensar del mexicano y se atrevía a decirle en su cara y de frente: “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”.
Nacido en el antiguo barrio de La Merced, en el Centro de la Ciudad de México, en la calle de La Soledad. Se presume que creció en Tacuba, en la colonia Roma y en Santa María la Ribera, de ahí su amplio conocimiento de los barrios de México.
También se le ubica en Azcapotzalco y en la Unidad Cuitláhuac, lugar en donde vivió hasta 1933, año en que se mudó a Morelia, Michoacán.
Chava Flores, supo encontrar comicidad, como parte de todo buen mexicano, en la muerte y en las tragedias que antecedían a esta, incluso se puede oír en sus canciones, como en “Cerró sus ojitos Cleto”, en la cual nos habla de todos los enredos que se vivían en los velorios de vecindad.
Incluso, pocos saben que detrás de las canciones de Pichicuás, El retrato de Manuela y Los pulques de Apan hay historias que en verdad fueron dolorosas
Chava narraba las cosas con una gracia especial, cuenta su hija María Eugenia Flores Durand, quien se ha dedicado a preservar la memoria de su padre.
“Muchas de las letras de las canciones que escribió surgieron de hechos trágicos que el autor decidió contar de manera festiva”.
Chava Flores logró transmitir el espíritu del barrio a sus creaciones, ya que, como buen mexicano, hacía chistes de las situaciones más dramáticas y se reía hasta de la muerte.
Sus canciones son, en su mayoría, muy alegres porque Chava Flores, era un gran creativo. Hacía caricaturas de personajes reales y los mostraba en sus letras.
Casos hay muchos, sobre todo unos que son llamativos y que Chava narró en su libro “Relatos de mi barrio”. Por ejemplo, en la canción Pichicuás, cuenta los juegos de canicas al salir de la escuela, las apuestas de los distintos tipos de canicas: las agüitas, bombochas y ojos de tigre que los chamacos guardaban en las bolsas del pantalón”.
Chava, cuenta que tenía un amigo, Raúl Mercado, a quien apodaban Pichicuás. Todos los días al salir de la escuela iban a un terreno baldío a jugar canicas.
Pichicuás vivía lejos de la escuela y tomaba un tranvía que pasaba esporádicamente. Cada vez que se escuchaba la campana anunciando la llegada del transporte, Raúl tomaba sus canicas y corría para subirse al tranvía; sólo que, un día el vehículo no frenó, lo atropelló y el joven murió. Como homenaje, Chava Flores le escribió una canción: Pichicuás.
Hay otras piezas que narran verdaderas tragedias, a las que Chava les dio la vuelta y contó historias jocosas, es el caso de “Peso sobre peso”, que muchos conocen como “La Bartola”, “Los Pulques de Apan” o “El Retrato de Manuela”.
La Bartola es la historia de una pareja de alcohólicos que viven juntos sin estar casados. Ella lo cuidó a él hasta el día de su muerte. El hombre le daba dinero y bromeaba con ella diciéndole que tenía que alcanzarle para la renta, el teléfono, la luz, el gasto, la sirvienta y además, para tomar un trago.
Chava Flores dejó testimonio de las historias que ocurrieron detrás de sus canciones.
En Los pulques de Apan hace la crónica de la infidelidad que vivió Osofronio, el dueño de la pulquería, que se casó con Lola, una mujer muy guapa y muy coqueta.
Un día Osofronio, salió de trabajar y encontró a Lola, con Gumaro, el carnicero, quien era su amante. Osofronio, los asesinó a balazos.
Mientras que, en El retrato de Manuela, Chava cuenta la historia de una asistente doméstica y un albañil –Manuela y Fidel– que son novios y piensan casarse e irse a vivir lejos.
Un día, el señor de la casa donde trabaja Manuela –apodado por Chava como el general Marcial Tres Guerras– le pide a su mucama que le dé un masaje en los hombros, se aprovecha de ella y la viola.
La muchacha araña y golpea a su agresor el general la amenaza con que no diga a nadie lo ocurrido. Manuela termina su noviazgo con Fidel, se vuelve taciturna y un día le confiesa lo sucedido a una de sus vecinas, quien lo grita a los cuatro vientos.
La esposa del general, doña Julia, se entera del cobarde ataque y le dice a Manuela, que puede seguir trabajando sin que el hecho afecte la relación entre ellas.
Fidel, se entera de lo sucedido y le propone a Manuela, que se case con él. Ella le dice que está embarazada y Fidel, insiste en que se casen para ser el padre del hijo del general.
Y esas son sólo algunas de las historias que Chava Flores tomó como pretexto para crear canciones, haciendo de la tragedia una situación chusca y tapar con carcajadas las lágrimas.
Los personajes de sus canciones fueron sus vecinos, gente con la que convivió. En algunos casos les puso apodos, en otros les dejó sus nombres de pila. Los mismos personajes transitan en varias canciones. Por ejemplo, es recurrente el nombre de Trinidad, porque así se llamaban la madre de Chava Flores y una de sus hermanas; la mujer del general también aparece en La Tertulia”.