Felicidad como medida de desarrollo
Foto: Especial
Por Gregorio Ortega
Hay quien se siente satisfecho con una taza de café a determinada hora del día; otros ponen el cuero chinito con la armonía del orgasmo y la eyaculación simultánea del big-bang en pareja; otros más con un pinchazo de morfina, unos cuantos sólo son felices cuando joden al prójimo, o traen a la patria a mecate corto.
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 16 de junio de 2020.- ¿Es definible universalmente el concepto de felicidad? ¿Nos dicen los diccionarios lo que significa y cómo lograrlo? Nada hay más diverso y contradictorio que lo considerado felicidad por los seres humanos. Inciden la cultura y la manera de haber vivido la vida.
En mi primera juventud busqué afanosamente encontrarla y vivirla. Leí con esa intención La conquista de la felicidad, de Bertrand Russell. Nada me aportó en ese momento, y nada me aporta ahora, aunque sí me inquieta la reflexión de Leo Zuckermann titulada Índice Pepe el Toro. A riesgo de parecer egoísta, considero que ser feliz es un patrimonio íntimo, personal, casi intransferible, a menos de que se comparta con los seres sincera y fielmente amados. Cuando el matrimonio se convierte bíblicamente en una sola carne, al momento en que las hija(o)s eclosionan y vuelan por sus propios medios, y cuando la amistad es, sin remedio, una complicidad.
Ser feliz no equivale a estar satisfecho. Se puede tener éxito profesional, literalmente nadar en dinero, pero estar amargado porque de algo se carece, hace falta un ingrediente para sentirse bien con uno mismo. Los franceses lo definen mejor: estar bien dentro de la propia piel.
¿Puede la felicidad, como concepto, sustituir al PIB como medida de crecimiento económico y redistribución de la riqueza? Pensar que sí, es algo más que una ingenuidad, digámoslo sin tapujos, es una tontería, un engaño proponerlo, porque se limita a un juego de palabras y se convierte en instrumento de confrontación entre clases sociales.
En este sentido se muestra más claramente en Un rincón cerca del cielo, donde la “rica” está a punto de robarle la felicidad a la esposa pobre, pero sacrificada, abnegada, sufrida. Dejemos de engañarnos, eso es un sucedáneo del concepto feliz…; en este ámbito más vale acercarse a la esfera religiosa y de fe. Quizá vivir feliz sea algo equivalente a lo que se obtiene cuando se logra ser considerado entre los bienaventurados. Allí está el sermón del Cristo.
Cierto que existe la otra vertiente, la impuesta por Rico McPato, Georges Soros y Carlos Slim. Hay personas a las que nadar en dinero las hace felices. Y otra aproximación, el conocimiento limitado y firme, que lleva al condenado a beber la cicuta sin empacho alguno, porque en el transcurso de su vida supo que por más inteligente y sabio que aparentara ser, sólo supo que no sabía nada.
Así es pues que no nos vengan con la jalada de que van a medir la felicidad, porque es imposible debido a que, si existe, se manifiesta de manera disímbola, porque hay quien se siente satisfecho con una taza de café a determinada hora del día; otros ponen el cuero chinito con la armonía del orgasmo y la eyaculación simultánea del big-bang en pareja; otros más con un pinchazo de morfina, y unos cuantos, pero no muy pocos si equiparamos con su número en el mundo, sólo son felices cuando joden al prójimo, o traen a la patria a mecate corto.
Respuesta a mi texto de ayer
Detente Satán maldito no mofes del Gran Señor, qué no ves que a él no le alcanza el mal.
Para tu carro blasfemo que quieres turbar nuestra alma para apartarnos de él, como tú que vives en soledad.
Calla tu coro cargado de dudas y sobrado de maldades, míranos incólumes a su lado.
Sátrapa, bellaco, verecundo, mentís, engendro, réprobo, no pecaremos dudando de él.
Con él está el pueblo, esté la luz, está la vida, el amor y la salud; aléjate peste a enfermar a otros.
Así acabarás, excluido de la luz, en las tinieblas Gregorio, en la tiniebla de los ciegos para siempre.