La duda sistemática

Por Humberto Musacchio

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. 24 de enero de 2025.- Cuando charla, Francisco Labastida se toma un tiempo, mínimo ciertamente, antes de exponer una idea, como poniendo en duda lo que iba a decir, quizá sometiendo a examen sus propias certezas. Esa actitud debió guiarlo en su brillante carrera pública, pues cobró fama de funcionario cordial, pero firme, analítico, decidido y generalmente acertado.

​El sinaloense acaba de publicar una obra que deberá convertirse en libro de cabecera de todo político. Es una autobiografía en la que, por supuesto expone sus logros y aciertos, pero también sus decisiones más difíciles y su temple ante superiores que usan y abusan del hiperpresidencialismo en desdoro de la democracia.

​La duda sistemática, nombre del libro, expone las búsquedas juveniles del autor, la relación con compañeros talentosos y con maestros y jefes ilustres que dieron solidez a su formación, como don Fernando Hiriart. Revela que en sus años mozos militó en el Partido Obrero-Campesino Mexicano, el POCM, formación integrada por expulsados del Partido Comunista durante las purgas de los años cuarenta.

​Pero el POCM, un grupo político marginal, no era el espacio adecuado para quien trataba de emplear sus aptitudes y conocimientos servir en cargos públicos y, de paso, hacer carrera política. De ahí el paso de nuestro personaje a los gobiernos priistas y finalmente al propio PRI, partido que lo impulsó para llegar a la gubernatura de Sinaloa y ser candidato presidencial.

​Pero la trayectoria priista de Labastida no le ha impedido ser un autorizado crítico del que fuera su partido. Son contundentes sus juicios sobre la represión criminal contra el movimiento de 1968 ordenada por Gustavo Díaz Ordaz, como lo ocurrido el 2 de octubre en Tlatelolco: “un acto de barbarie, un hecho inhumano, cruel, dramático, retrógrado”, algo “absolutamente innecesario”.

​No es menos directo al narrar lo ocurrido en Palacio el 10 de junio de 1971, cuando Luis Echeverría mantuvo sentado durante cinco horas a Alfonso Martínez Domínguez bajo vigilancia del Estado Mayor, mientras el grupo paramilitar de Los Halcones asesinaba estudiantes. Agrega Labastida que Martínez Domínguez no era una “perita en dulce”, pero el hecho es que aquel día funesto fue rehén del Presidente, que días después lo echó del gobierno.

En el haber de LEA, menciona el autor la creación del Infonavit y la fundación del Colegio de Bachilleres y la Universidad Autónoma Metropolitana, pero señala sin rodeos que el golpe al Excélsior de Scherer, en 1976, fue producto de “una conspiración dentro de la cooperativa” que entonces editaba este diario, pero desde luego, “fraguada desde la Presidencia”.

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