Los poderes de la maternidad en solitario

Por Paloma Escoto

Por Paloma Escoto

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 18 de diciembre de 2023.- No romantizo la maternidad en solitario, pero he descubierto capacidades que no sabía que tenía. He aprendido de la vida más en esta etapa que en otras y he desarrollado mis talentos y habilidades que ya existían pero que estaban en bruto. Mi estructura humana cambió por completo: mi cuerpo, mi mente, es decir, mi vida cambió por completo. Mi perspectiva y mucho de lo que creí jamás cambiaría, cambió absolutamente todo. Me levanto todas las mañanas adrede, incluso cuando siento que ya no puedo más. Es implícita su voz y su sonrisa, es implícito su entusiasmo ante la vida. Ella sabe, sabe vivir con alegría y me enseña cómo.

Los días, la mayor parte del tiempo, suelen ser cortos. Termino deseando tengan más horas. En el inter de maternar, ella me hace sentir que puedo con todo. Muchas veces presiento que ese sentir también es mi peor trampa, pero tampoco sé decir que no ante las docenas de necesidades y responsabilidades que surgen en este estilo de vida que hemos construido ella y yo desde que nació.

La crianza se vive por etapas, como todo en esta vida. En esta, hacemos consciencia del tiempo y su verdadero valor. Ver crecer a nuestras criaturas es darnos cuenta del inminente correr del tiempo. Quedan espasmos para vivir en los recuerdos, en la nostalgia del pasado que nos ha ido formando. Una mañana de pronto, mantienes una conversación con tu cría que está aprendiendo a hacerlo. Apenas ayer era un bodoque en pañales balbuceando, hoy un rehilete de ocurrencias, repeticiones y adaptaciones de lo que le parece sustancioso para su desarrollo. Aumentaron las necesidades, los costos, la vida. Se multiplicaron los quehaceres y se aseveraron los planes. Y tantas veces esa sensación de ‘¿qué chingados hago aquí, y en qué momento, estaría pensando?’ Pues claro que sí, claro que es lo más hermoso que se puede experimentar en esta vida. Por lo menos para mí, es la experiencia más cercana a Dios, más cercana a la construcción de la versión más bella que pueda crear de mi espíritu y mi existencia humana. Pero este despertar de consciencia no es ni fácil ni indoloro. Es tal vez la experiencia con más dolor, con más sacrificios, con más esfuerzos, con más retos y cansancio que he vivido en toda mi vida. Y la nobleza de este amor es que se trata de otra, otra personita. Es dar la vida por alguien más. No soy la mamá abnegada. Precisamente, el dolor del esfuerzo multiplicado es que me está costando el sueño, literal. Pues, aferrada en los principios de la maternidad que asumí, yo no voy a renunciar a mis sueños por la maternidad, pero tampoco voy a renunciar a mi maternidad por mis sueños. Y aunque ser madre fue un sueño desde hace ya más de una docena de años, también tengo otros donde habita la energía profesional, laboral, la sexualidad, la pareja, la mujer, lo superficial y lo profundo también. Y ese conjunto me convierte en la mujer que se auto construye.

Hay rabia, hay fuerza, algo de rebeldía, hay amor en todo momento, pero también un montón de inconformidad. También hay un callado cansancio que no cesa, que permanece y se acumula. También existe la mujer que grita rayos y centellas. También existe la mujer que tropieza. También existe la mujer que se cacha mal educando a su crianza. También existe la mujer que de pronto quiere salir corriendo, la que reprocha la ausencia del padre y la falta de responsabilidad del mismo. También existe la mujer iracunda que se desquita equivocadamente. También existe la mujer que quisiera revolcarse en sus 5 minutos de victimismo y drama, y también está la que quiere sus 10 minutos de decir no puedo. Existe esa mujer que desea desvestirse, quitarse la ropa de la constante y cotidiana lucha. Esta mujer que quiere convertirse un rato en una princesa frágil, mimada, consentida, amada. Aunque eso solo sea un momento, pues la constante, la constante es la lucha, las batallas que me han formado, las que he perdido y las que he ganado. Aunque perdiendo incluso, he sabido ganar algo. Guerreras somos las que no claudicamos ante la batalla que parece ser eterna. La batalla ante la sociedad, la batalla ante los poderes económicos, la batalla ante el machismo y la injusticia, la batalla ante los tiempos que vivimos. La batalla ante esta realidad donde nos convertimos en todólogas, donde tenemos 2, 3 y hasta 4 empleos para sacar adelante nuestras realidades. ¿Cómo nos llamarías tú? No veo más que una absoluta entrega al amor, una efervescencia que impulsa hogares. ¡Y carajo, qué valentía, qué ganas de vivir, que viva lo amado, que vivan las infancias, pero sobre todo que vivan y crezcan felices!

No romantizo la maternidad en solitario, y sé que solo quien la vive y la practica puede comprender un poco este desahogo, este compartir al sentirse un poco o mucho identificadas. Trabajando por las noches y madrugadas en mi taller, me pongo a pensar una sarta de ondas. Han pasado cientos de ideas. Por lo menos, en todo lo que hago, me gustaría hacer una comunidad enriquecida, cooperativa, un núcleo de apoyo en todos los aspectos, sobre todo en el acompañamiento de crianza y en lo económico. En el consumo local entre mamás que criamos en solitario, me cae que cuando consumo algo trato de encontrar que la proveedora sea la mamá que cría en solitario, y de verdad que me hace sentir bien cuando lo logro. Sigo diciendo que tengo que aprender a organizar y dominar mis tiempos, mis actividades. Sigo diciendo que el tiempo no me rinde. Ya puse las alarmas, ya intenté de todo, y la vida me sigue diciendo que tengo que hacer lo que pueda conforme se vayan presentando las cosas.

Una de las habilidades que más me gusta es que pareciera que puedo estar en 3 lugares al mismo tiempo. Me gusta porque me hace sentir el Rayo McQueen, y la adrenalina de esto me hace sentir cada pasito un reto logrado. Aprendí a autocelebrarme y me he convertido en mi propia porrista. Celebro cada instante, aunque parezca insignificante. Yo le pongo el significado, la carga energética que me impulsa a continuar con esta construcción que va marchando en mi propia deconstrucción y la construcción de mi crianza. La templanza la he ido logrando adoptar por necesidad y la oportunidad de adoptar lo que me conviene en esta realidad donde voy autodefiniendo.

Resiliencia, mi cápsula de recreación ante todo intento…

La maternidad y la mujer a la par…

Trabajo repleto de humanidad pero también de magia. En esta ocasión, quiero honrar con esta libertad de compartir a todas las mujeres que luchamos por estar hasta acá, en este momento de nuestras vidas donde la esperanza y el trabajo cotidiano en la vida laboral, profesional y también en todos esos sueños que no abandonamos, y en esa crianza que nos impulsa a no tirar la toalla y permanecer en las bases de nuestros principios de lucha, creando armonías y catarsis necesarias para la vida.

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