Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de febrero de 2025.- La afiliación de Miguel Ángel Yunes Márquez y Alejandro Murat Hinojosa sacude a Morena. Ya no es la inconformidad que se manifiesta en voz baja. No, ahora son dos gobernadores, el de Oaxaca y la de Veracruz, quienes protestan en forma estentórea y rechazan a los recién admitidos, ante lo cual Luisa María Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán admiten que, en efecto, hoy por hoy, “la división interna es el principal reto que enfrenta el partido”.
López Beltrán dice que de nada sirve “tener un partido fuerte si tenemos un partido dividido”, y la mayor causa de división, agrega el Delfín, son los procesos internos, pues entre más fuerte se vuelve Morena “menos disputas hay fuera y más disputas hay dentro”. Tal vez, pero ningún partido dividido es fuerte y es discutible que Morena siga siendo poderoso si crecen y se multiplican las disputas en su interior.
Ya antes de 2018, muchos políticos de la vieja guardia —léase del PRI— presenciaban el ascenso de Morena y fueron mudándose al partido guinda. Al llegar al poder con el triunfo de López Obrador, el morenismo se convirtió en la pista perfecta para despegar a las alturas, pues una senaduría, una gubernatura u otro cargo de importancia ahora están al alcance de los tránsfugas.
En esas condiciones se intensificó el trasiego de cuadros del PRI y hasta del PAN hacia Morena, que en 2024, con todo y sus pegotes, el PT y el PVEM, apenas pudo reunir 54% de los votos, lo que era insuficiente para realizar cambios constitucionales. De ahí que, pisoteando el espíritu de lo dispuesto por la Carta Magna, Morena y sus criados —¡perdón, sus aliados!— se adjudicaron legisladores de representación proporcional en una cantidad muy superior a la que podía corresponderles, pero ni así les alcanzó.
Los morenos recurrieron entonces a la adquisición de legisladores. Compraron dos del PRI, a quienes pagaron con las presidencias de sendas comisiones, y luego se hicieron del voto de los Yunes para modificar a su antojo la Constitución y proceder a cumplirle sus caprichos al Señor del Gran Poder. Para éstos, el estipendio fue hacerse de la vista gorda ante las demandas que deben llevar a la cárcel a papá Yunes.
El Delfín supone que tienen un partido fuerte porque, hasta ahora, les han llovido adhesiones, pero la calidad de la mercancía no es precisamente la deseable. Por ejemplo, cuentan con el líder más famoso del sindicalismo neocharro, el opulento empresario Pedro Haces, que llegó a Morena desde la CTM. Otra adquisición es la del hoy senador morenista Alfonso Cepeda Salas, líder charro del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), la organización laboral más grande de Latinoamérica, aunque muchas de sus secciones se han transformado en coordinadoras magisteriales que actúan por su cuenta, al margen y en contra de los dirigentes del SNTE.
Se trata apenas de botones de muestra, pero lo más lamentable es que los auténticos luchadores sociales, los militantes de la izquierda que era perseguida, los que mantuvieron por décadas su rebeldía frente al viejo régimen y pagaron una alta cuota de vidas y años de cárcel, ahora son, sistemáticamente, marginados y, salvo excepción, las candidaturas importantes se regalan a los políticos llegados del PRI.
En la mayoría de los casos se trata de hombres y mujeres hábiles para negociar y subir por la escalera de los cargos públicos, pero en su horizonte no está el respeto a los derechos ciudadanos ni la identidad con las luchas de los trabajadores. Les importa poco que el país se derrumbe si ellos pueden levantar algo de los escombros.
Mientras tanto, en plan combativo salen a la calle los transportistas, los profesores o quienes trabajan en el sector salud y carecen hasta de aspirinas, ante lo cual ni un solo político de la vieja guardia se solidariza con ellos. En varios estados se manifiestan los veterinarios y se quedan solos. Estamos ante los primeros síntomas de un profundo divorcio de Morena y los ciudadanos, precisamente cuando se acumulan los problemas, crecen corrupción e ineficiencia, y el divisionismo es promovido desde el más alto cargo de la República, en momentos en que la soberanía está amenazada por el poderoso vecino. ¿Se hará algo para impedir el desastre?