Otros enemigos de México

Por Humberto Musacchio

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 07 de febrero de 2025.- El gobierno de Donald Trump representa la más grave amenaza a la que nos hemos enfrentado en el último siglo, pero no está solo. Hay funcionarios de nuestro Servicio Exterior que actúan como enemigos cerrando el paso a extranjeros que desean venir como turistas o bien, para atender un asunto de negocios, visitar familiares o asistir como invitados a diversas actividades académicas.

Un caso que muestra esa actitud antinacional se vive en la embajada mexicana en Belgrado, donde se practica un burocratismo empeñado en poner obstáculos a quienes solicitan visa, como es el caso de una joven serbia que ha venido en cuatro ocasiones porque tiene familia en México. La primera vez, en 2019, obtuvo la visa sin problemas. En 2021 vino en dos ocasiones, y al presentar su segunda solicitud le fue negada la visa, pero finalmente pudo obtenerla, gracias a la cónsul serbia en la Ciudad de México.

Sin embargo, al llegar al aeropuerto capitalino fue llevada a un cuarto donde la incomunicaron, le quitaron su teléfono y objetos de valor, y la sometieron durante tres horas a un interrogatorio, como si se tratara de una delincuente, pues le preguntaron a dónde iba, con quién, que se proponía hacer en México, cuánto dinero portaba y hasta la amenazaron con deportarla.

La chica, durante el tiempo de su retención, conoció a un croata que también estaba detenido. Como ambos hablan la misma lengua, se pusieron al tanto de la situación de uno y otro. Pasadas algunas horas, el croata fue liberado y saliendo buscó a la hermana de la cautiva, quien esperaba angustiada en el aeropuerto. Ésta se comunicó con la cónsul serbia, a quien informó de la reclusión en que se hallaba la joven. La representante del país balcánico se dirigió a las autoridades mexicanas, dijo conocer a los familiares de la joven, informó sobre su solvencia y ofreció garantías para liberarla.

La protagonista de esta penosa historia quedó en libertad luego de diez horas, pero antes la obligaron a firmar dos documentos redactados en español, por supuesto sin permitirle siquiera leerlos ni ofrecerle una traducción a su lengua o al inglés ni que la obtuviera de otra persona. En 2022 necesitaba venir nuevamente y rechazaron su solicitud de visa, aunque la obtuvo debido a la intervención de una funcionaria del Ministerio del Exterior de su país.

En 2023, con la intención de visitar nuevamente a su familia mexicana, solicitó en Belgrado dos veces la visa y se la negaron sin mayor explicación. Insistió en 2024 y le pusieron una serie de requisitos, los que, al menos en su caso, resultaban absurdos, pues, como está dicho, ya antes había estado legalmente en nuestro país.

Le exigieron ser propietaria de un negocio o que, por lo menos, tuviera dos años en su actual empleo, ingresos equivalentes a varios salarios mínimos de México, diploma o constancia de estudios y comprobante de que trabaja para una empresa estadounidense, como ella asentó en su solicitud.

Entregó la documentación exigida y pagó 53 dólares a la funcionaria de la embajada que la atendió, una tal Jiovana Jiovánovich, empleada despótica que prometió enviar a México su solicitud y que pronto la llamaría. Pero jamás la llamaron y en su solicitud de visa, presentada el 3 de octubre de 2024, le encimaron otra fecha. La visa le fue negada.

Sus parientes contrataron en México al abogado Gustavo Tizo Cabrera, quien después de sacarles dinero aprovechó los datos que le proporcionaron (cuentas bancarias, nombre de la empresa de su propiedad, etcétera) para meter en México a diez personas provenientes de China, Haití y Japón, pero a la joven serbia le dijo que nada podía hacer por su caso.

Finalmente, la chica viajó a Cuba y ahí el personal, atento y eficiente, le extendió la visa sin problema alguno y pudo visitar a la familia de su hermana, que por cierto ya tiene nacionalidad mexicana.

Desde luego, lo que ocurre en la embajada mexicana en Serbia no es que prive en otras representaciones mexicanas, pero es inadmisible que en la capital de la exYugoslavia se brinde ese trato hostil a quienes desean venir a México, lo que quizá sea también responsabilidad del archicorrupto Instituto Nacional de Migración. El embajador Carlos Félix tendrá que poner orden en esa representación.

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