Quebraron la autoridad
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Por Gregorio Ortega
- El camino para recuperar al país y evitar una previsible balcanización, es convocar a la reforma del Estado; cambiar de modelo político de gobierno para transitar de las cenizas del presidencialismo imperial al parlamentarismo presidencial, y así restaurar la autoridad quebrada, la fe en nosotros mismos
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 30 de junio de 2020.- “El que se ríe se lleva”, puede ser equivalente a considerar que, con toda certeza, el que sale a manifestarse a una marcha y aprovecha para vandalizar, causar escándalo, bloquear el tránsito y, además, agredir y burlarse de la policía, sabe que se expone a ser sancionado por la autoridad, pero ésta dejó su lugar vacío, ante dos síndromes: el del 68 y el de David Garay Maldonado, al que defenestraron por cumplir con su deber y empeñarse en asegurar la observancia de la ley.
Los responsables de los últimos cinco gobiernos constituidos “democráticamente”, olvidaron lo esencial -el primer contacto del ciudadano con la autoridad es la policía, pero ésta perdió todo respeto-; subvaluaron sus logros y su relación con los gobernados. A través de las redes sociales fuimos testigos de cómo en Polanco dos señoras, borrachas en apariencia, insultaron a los policías hasta cansarse… y otros episodios similares.
Desde el 1° de diciembre de 1994 quebraron su propia autoridad, al no respetar sus ofertas ni sus compromisos elementales. Cometieron el error de diciembre, Chiapas no se pacificó en 15 minutos, la guerra contra el narco está en su epicentro, la corrupción desfondó la autoridad ética de las instituciones y lo que queda de la República, además de que el incumplimiento de los compromisos nacionales e internacionales contraídos por los gobiernos anteriores, dieron al traste con lo que quedaba del aura presidencial.
El origen de la tragedia que hoy padecemos es detectable: la disminución del Estado. La necesidad de compartir el poder era impensable, todo se basaba en un equilibrio o contrapesos del presidencialismo, pero su ejercicio era institucional y unipersonal, hasta que se decidió atomizarlo en los “poderes fácticos” que, además de compartirlo lo dilapidan, no lo usan en beneficio de la sociedad, sino para servirse a ellos mismos.
Los modos e impunidad mostrados por los “anarquistas citadinos y callejeros”, con los que expresan su repudio a una autoridad quebrada, sólo manifiesta lo que los electores y la sociedad sienten sobre sus representantes y gobernantes, pero concretamente sobre la institución presidencial. Los estrategas de MORENA lo entendieron hasta este punto: no son un partido, son un movimiento, aunque ahora parece haber perdido la brújula y al líder, obsesionado por su melancolía y nostalgia del pasado.
¿Pueden disminuirse las cuotas de poder a los poderes fácticos? ¿Debe regresarse a un modelo de gobierno que perdió autoridad moral y cuya comunicación y presencia en la sociedad, se quebró al permitirse la impunidad y abandonar el camino de la ley? ¿Cómo podrán contener la irritación social, la confrontación entre mexicanos propiciada y favorecida por el Jefe Máximo, las reacciones al desempleo y el hambre después de atenuada la pandemia y manifestada, en su apogeo, la crisis económica?
Nada podrán hacer si desean cerrar el puño a la manera tradicional, o dividiendo, como lo hacen; el camino para recuperar al país y evitar una previsible balcanización, es convocar a la reforma del Estado, cambiar de modelo político de gobierno para transitar de las cenizas del presidencialismo imperial al parlamentarismo presidencial, para restaurar la autoridad quebrada y la fe en nosotros mismos.