Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de abril de 2024.- Dicen los voceros del PRIAN que Andrés Manuel López Obrador es el culpable del allanamiento a la embajada mexicana en Quito. Lo acusan de haber externado comentarios indebidos sobre la política interior ecuatoriana, lo que, a juicio de la derecha, justificaría la agresión armada y el allanamiento contra la representación de nuestro país.
Sin descartar que algunas declaraciones del mandatario mexicano sean imprudentes o fuera de lugar, hay normas internacionales a las que pudo recurrir la gorilocracia civil de Ecuador, pero optó por mandar personal armado a invadir nuestra embajada forzando la entrada y propinando maltrato físico a un diplomático mexicano, Roberto Canseco, jefe de Cancillería de la legación. Sobra decir que lo ocurrido es por completo violatorio del derecho internacional y, por supuesto, inaceptable para el mundo civilizado.
Daniel Noboa, el gringo que cobra como presidente de Ecuador (nació en Miami, Florida), reconoció que su estupidez causó una “situación compleja y sin precedentes”, pero dice que se vio obligado a adoptar “decisiones excepcionales para proteger la seguridad nacional, el Estado de derecho y la dignidad de un pueblo que rechaza cualquier tipo de impunidad a criminales, delincuentes o narcoterroristas”. Por supuesto, no explicó cómo una sola persona puede causar tanto daño a un país, lo que no es extraño, pues no está acostumbrado a pensar.
No se puede esperar otra cosa de ese junior que pertenece a una de las familias más prominentes de la oligarquía ecuatoriana. Su padre, el acaudalado empresario Álvaro Noboa, aunque nunca ganó una sola elección, fue varias veces candidato presidencial, en 1998 y 2022, por el Partido Roldosista Ecuatoriano y antes por el Partido Renovador Institucional Acción Nacional, ¡Sí, el PRIAN de allá!
Y, ciertamente, el PRIAN de aquí debe sentirse feliz, pues una exmexicana, la duranguense Mónica Palencia Núñez, ministra del Interior de Ecuador, fue quien dirigió el ataque contra nuestra embajada y el secuestro de Jorge Glas, quien fuera vicepresidente en el gobierno centroizquierdista de Rafael Correa (2013-2018).
Que el suyo es un caso de persecución política lo revelan con obviedad los hechos, pues, terminado el gobierno de Correa, Glas fue injustamente encarcelado durante cinco años y quedó en libertad mediante el recurso de habeas corpus, algo parecido a nuestro derecho de amparo. Pero ni eso fue suficiente para detener a la jauría oligárquica, pues continuó la persecución contra Glas, quien, ante el riesgo que corría de ser detenido o asesinado, decidió refugiarse en la embajada mexicana en diciembre de 2022.
La denuncia mexicana por la agresión del gobierno noboísta ya está en la Corte Internacional de Justicia, aunque no cabe hacerse ilusiones, pues en 1980 el generalote y entonces presidente de Guatemala, Romeo Lucas García, ordenó incendiar la embajada de España, donde se hallaban campesinos perseguidos por el dictador, así como el personal de la legación, un exvicepresidente y Adolfo Domínguez, quien había sido canciller y para entonces era juez del Tribunal de La Haya. Como resultado de la agresión militar murieron 37 personas que estaban en la representación española.
Lucas García siguió dos años más en el poder hasta que fue derrocado por un golpe militar. Dicho de otra manera, no sufrió penalización alguna por sus crímenes y acabó derrocado por otros militares cuyos intereses favorecían a distintos sectores del empresariado local y a otras empresas transnacionales. Lo esperable es que algo semejante ocurra con el gorilita civil de Ecuador, o sea, nada.
La Corte Internacional no sanciona criminales cuando se trata de amigos o criados del imperio, de ahí que lo deseable, aunque poco práctico, sería que los empresarios mexicanos dejaran de invertir o negociar con Ecuador. Pero esperemos que, en todo caso, aquí se rinda homenaje al valiente Roberto Canseco Martínez, ejemplo de diplomático patriota y defensor del derecho, lo mismo que a la embajadora Raquel Serur, declarada persona non grata por el antropoide ecuatoriano. Ella es una mujer culta, inteligente y responsable que honra la memoria de su finado esposo, Bolívar Echeverría, un brillante intelectual nativo de Ecuador que supo servir lealmente a México.