Mientras oía morir a su padre, el niño se quedó quieto tumbado sobre el asfalto. Le dolía el codo, atravesado por una bala. Le escocía el pulgar, donde otra le había rozado.
El diario deportivo ESTO impreso en singular sepia se convirtió en una compañía, biblia, imprescindible de quienes no conseguían entrada para los partidos de futbol o de quienes deseaban disfrutar por segunda vez lo ya sucedido.