Invisibilizar al Colectivo

Lecciones desde Bolivia.

Foto: Juan Karita / AP

Por Roberto Rivera González

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 25 de noviembre de 2019.- La semana pasada Bolivia fue uno de los principales temas en nuestras redes sociales; nos enteramos que después de la sugerencia de William Kaliman, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Bolivia, Evo Morales renunció a la presidencia y empezó su camino al asilo en México.

No fueron pocas las discusiones acaloradas sobre si fue un golpe de Estado o no. Quienes dicen que no, apelan a la ley orgánica de las FFAA (Ley 1405) que en su artículo 20 otorga facultades al ejército para que, en caso de emergencia, pueda hacer recomendaciones a quien sea que corresponda con el fin de restablecer la paz. Eso fue lo que se hizo con Evo Morales, sin mencionar ningún tipo de consecuencia o plazo que hubiera sido necesario para hablar de un ultimátum, además de que la recomendación sólo estaba dirigida a él, no se mencionó al vicepresidente García Linera o a los legisladores afines a Evo, por lo que ellos hubieran podido reemplazarlo en sus funciones. Quienes sostienen que lo ocurrido sí fue un golpe, aseguran que el mero pronunciamiento de las FFAA es presión suficiente para cualquier institución.

Sin importar la postura que se tome, cabe señalar que hay dos problemas muy grandes al intentar analizar lo ocurrido en Bolivia: el primero, consiste en pensar de manera dicotómica: o se es absolutamente bueno o se es absolutamente malo. El segundo problema resulta igual de preocupante: Se invisibiliza al colectivo

Si bien nadie puede negar los buenos resultados de la gestión de Evo Morales en términos de combate a la pobreza y desigualdad económica, además de la reivindicación indígena. Afirmar que la convulsión boliviana se originó en 3 días significa ignorar que:

  • Evo Morales inició su primer mandato como presidente en 2006 y en 2009 convocó a un constituyente para renovar la legislación boliviana; con este suceso el país pasó de ser República de Bolivia a Estado Plurinacional de Bolivia.
  • Ese mismo año comenzó su segundo mandato presidencial.
  • A pesar de que la Constitución boliviana sólo permite reelegirse una vez, en 2014 se postuló para una segunda reelección bajo el argumento de que él sólo había tenido un mandato en el Estado Plurinacional Boliviano (nuevo nombre del mismo país).
  • Intentó acceder a una tercera reelección, convocando a un referéndum que aseguró respetaría. En 2016, perdió el ejercicio: los bolivianos dijeron “no queremos que te reelijas”.
  • Ignorando los resultados de la consulta, este año se postuló como candidato, presionando al Tribunal Supremo para quitar la restricción a la cantidad de reelecciones ya que era su “derecho humano”.
  • Las movilizaciones en Bolivia empezaron el 20 de octubre, mismo día de las elecciones, cuando se denunciaron irregularidades en las boletas sumando a la inesperada interrupción de la transmisión de los resultados electorales.
  • Al día siguiente, varias universidades y ciudades se fueron a paro total.
  • Evo Morales usó a la policía para contener a los manifestantes (eufemismo para decir que también reprimió) y cuando estos se amotinaron, el ejército dijo que no entraría en el conflicto.
  • Miembros de su gobierno amenazaron con sitiar hasta dejar sin suministros básicos a las ciudades que estaban paro.

Extrañamente, muchos de estos sucesos fueron ignorados por políticos y medios internacionales. Prefirieron centrarse en Camacho y a pesar de que él apareció días después, le atribuyeron el liderazgo de las manifestaciones anti Evo Morales.

Es importante entender que algunos avances de la derecha, responden a errores de la izquierda porque, oh sorpresa, sus caudillos también pueden hacer cosas malas, y esto no justifica las acciones de Jeanine Añez. Si partimos del pensamiento dicotómico, seguramente ya me estarán tachando de fascista-aliado de la ultraderecha. Sin embargo, es todo lo contrario, si queremos evitar que estos grupos de poder tomen las posiciones, es menester ser críticos con nuestras propias posturas políticas. 

¿Qué lecciones podemos aprender de esto para la democracia en México?

La primera y más evidente: que aunque tengamos el primer gobierno de centro-izquierda, no significa que debamos justificar cada acción que haga, cuestionar no significa hacerle el juego a la derecha, tampoco es válido decir “es que antes robaban más”, esto es igual de cínico que decir “si robo, pero poquito”, o la justificación por la que muchos votaron por el PRI de Peña Nieto: “roban, pero dejan robar”. Nos merecemos algo mejor.

Segundo: aquí también se tiende a ignorar la organización colectiva, cayendo casi en el absurdo, podemos pensar en la Independencia o la Revolución Mexicana, más de un millón de muertos y sólo se reconoce a un puñado de personajes, salvo el mito del Pípila y Pancho Villa, ninguno es de origen popular.

En casos más contemporáneos, podemos empezar por el movimiento #YoSoy132, mientras su estructura organizacional era asamblearia, los medios de comunicación se empeñaron en presentar falsos liderazgos, como el de cierto personaje que corrieron de una asamblea y terminó con un programa en Televisa.

También tenemos el ejemplo de todas las agrupaciones de activistas ecologistas en México, representan la mayor defensa medioambiental en el país, sin reconocimiento político ni mediático. De pronto, y sin polemizar con su país de origen, Greta Thumberg —figura mediática del ambientalismo internacional— fue invitada para hablar ante los legisladores mexicanos, esto no es malo en sí mismo y ella no es responsable, pero sí es demasiado cinismo de parte de nuestros legisladores.

Por último, cabe mencionar que las reformas en materia de participación ciudadana aparecieron en el mapa político mexicano gracias al esfuerzo de colectivos ciudadanos, agrupados en el hashtag #ReformaPolíticaYA. Actualmente, las pocas agrupaciones que seguimos involucradas en el tema de la Democracia Directa en México, sin buscar alguna remuneración, hemos señalado errores que contenían las propuestas impulsadas y hemos buscado espacios públicos de discusión para incidir en la elaboración de las leyes. No hemos obtenido respuesta y no se abren los espacios.

Los liderazgos no son malos por sí mismos, pero un líder no es un movimiento, un líder no tiene fuerza sin un colectivo que lo respalde. A veces, los líderes incluso son inexistentes, al menos en la forma caudillista con la que estamos acostumbrados a entender el liderazgo.

Por eso mismo, el reto consiste en dejar de pensar que se necesita una figura sobresaliente para la organización social. Platón ya había llegado a la conclusión de que, si el más fuerte merece gobernar, pues 1,000 personas pueden ser más fuertes que el individuo aislado. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario, ese es el potencial de la democracia:

Todas las personas decidimos, nos hacemos responsables, todas las personas cohabitamos.

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